Entre los años 1815 y 1816 se abre un expediente para averiguar el paradero de dos cajones de libros impresos en el siglo XV del infante don Antonio Pascual. Habían salido de Madrid en 1813 para reunirse con su propietario en el castillo de Valençay. Cinco años atrás, el 3 de mayo de 1808, Antonio Pascual, hermano menor de Carlos IV y último miembro de la familia real en abandonar la corte, se había despedido de la Junta Suprema en dirección a un exilio familiar dorado en el castillo del príncipe Tayllerand, su excepcional anfitrión y cancerbero, con un “Dios me la dé buena. Adiós, señores, hasta el valle de Josafat” . Los impresos perdidos en la aduana de Bayona, en 1813, eran exclusivamente incunables, ciento once;
un fondo muy significativo para una librería privada y que, de entrada, explicaba que Fernando VII pusiese en marcha la maquinaria administrativa que permitiera localizar los incunables de su tío.